Salarios injustos o inexistentes, falta de seguro médico, inestabilidad laboral y lesiones perdurables son solo algunos de los elementos que conforman la labor de los veteranos del cuadrilátero.
Por Max Frias.

La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción. En el ring, luchaban los veteranos, ídolos de la afición. Se trataba de Terry 2000, liderando al equipo de los técnicos, y de Judas el Traidor, al frente de la agrupación ruda. La función, precisamente, fue llevada a cabo para conmemorar los treinta y tres años de carrera de este último, con una cartelera conformada exclusivamente por alumnos del “Profe Judas”, quien ha dedicado su vida a preparar a las próximas generaciones del deporte del costalazo.
El recinto que albergó a la celebración fue la Arena Mamá Lucha’s, ubicada en Tultitlán, Estado de México, en donde el veterano gladiador imparte sus clases de lucha para todo aquel que guste tomarlas. Ese mismo día, desde la una de la tarde, había impartido cátedra de su sapiencia a los estudiantes que a partir de las ocho de la noche le mostrarían al mundo todo lo que habían aprendido.
Guerreros como Urano, Acertijo, Baby Judas, Coyote Azteca, Último Corsario, Leviatham y Fire Kid desfilaron por la pasarela de la función que no concluiría sino hasta pasadas las diez de la noche. El encuentro estelar, por supuesto, vio a Judas el Traidor y a su equipo llevarse el triunfo en una lucha a dos de tres caídas en equipos de cuatro contra cuatro. El respetable, en su mayoría conformado por aficionados que portaban una playera con la leyenda “El infierno de Judas” brindó una ovación de pie para el veterano.
Algunos niños, seguidos inmediatamente detrás por sus papás, suben al cuadrilátero para tomarse fotos con su ídolo. Poco saben los aficionados que, detrás del hombre que sonríe y posa para las cámaras, se encuentra un historial de lesiones: los dolores en la rodilla, el hombro y el brazo izquierdos permanecen en su cuerpo como un recordatorio de que la lucha no perdona. No hay tiempo para descansar. Heridas que debieron ser reposadas en un año, fueron descansadas en tres meses. Hay sufrimiento físico aún perceptible, pero es algo a lo que uno tiene que acostumbrarse, según sus propias palabras.
Su caso no es único. Los luchadores veteranos, dentro de sus años de trayectoria, arrastran lesiones que los marcan de por vida. Estos gladiadores de la vida moderna exponen su vida día con día. A veces por 500 pesos, a veces por una torta, y, en ocasiones, a la espera de un pago que nunca llega porque el promotor de los eventos se esfuma cuando llega la hora de liquidar. ¿En qué condiciones tiene que trabajar el luchador veterano independiente? ¿Por qué seguir luchando en un campo laboral así? ¿Cuándo parar? Estas son sus historias.

Fotografía: Max Frias
Condiciones laborales: Salarios, salud y trabajo
“Hay veces en que nada más te dicen de una tortita o que ‘muchas gracias por venir’, y eso en el mejor de los casos, pero hay veces en las que el promotor ni aparece”. Esas fueron las palabras de Demonio Gato, estrella con cerca de veinte años de trayectoria, cuando se le preguntó respecto a la paga que puede llegar a recibir un luchador independiente.
“Es una cuestión de aprender a ir negociando. Yo puedo decirte: ‘¿sabes qué? Yo te voy a cobrar 500 pesos’, y el chavo me dice: ‘no. Yo nada más te puedo dar 300’. Yo veo si me conviene por la distancia, el tiempo, el día…”, comentó el también impartidor de clases de lucha en la Arena Adolfo López Mateos, ubicada en el corazón de Tlalnepantla de Baz, Estado de México.
El pasar de los años permite a los luchadores el ir aprendiendo las "mañas" del negocio, estando de acuerdo todos en que uno debe de dar a respetar su trabajo y en que hay que verificar si asistir a una determinada función o con tal promotor de eventos realmente les conviene. Según el luchador Coco Rojo, con treinta y ocho años de carrera en circuitos independientes y en empresas como la reconocida Triple A World Wide, los promotores deben de encargarse no solo de sueldos, sino de viáticos, presencia de médicos en la función, hospedaje y transporte.
Sin embargo, la realidad no siempre funciona así. “Alguna vez nos dejaron en Acapulco sin pasajes y sin dinero. Se fue el promotor. Nos han dejado en lugares como el desierto”, reconoce Judas el Traidor al recordar malas experiencias con promotores en el pasado. La incertidumbre a la hora de trabajar como luchador se reduce a un salto de fe en el que no solo se pierde el sueldo de la noche, sino que, muchas veces, el luchador debe poner de su propio bolsillo en cubrir sus gastos para asistir a la función.
A esta inseguridad laboral, se suma otra muy importante. Si bien, Judas y Coco Rojo admiten que han podido vivir de la industria de la lucha libre, tanto dentro como fuera del ring, otros gladiadores dependen de otras entradas. “Estamos quienes trabajamos entre semana y tenemos un horario de oficina. A lo mejor me dicen: ‘yo te doy 300 pesos para ir a luchar a tal lado’, pero yo te voy a decir que no voy a ir a luchar porque no me conviene. Me genera más estar trabajando en la oficina que salirme del trabajo, que me descuenten el día e irme para allá”, dice Gato Demonio, quien también es auxiliar administrativo.
Habría que añadir, también, un último enemigo: la piratería. “Hay tanta gente que explota nuestras imágenes en las afueras de la Arena México. Venden (en productos) la imagen de uno y que son piratas en el mercado. Nunca nos llega un centavo de las imágenes o de las máscaras que venden de uno. Esa es mi forma de verlo. No les peleo porque pues todos tenemos derecho a buscar la forma de subsistir, pero no se ponen a analizar que están cometiendo un delito, porque están vendiendo piratería con artículos no autorizados por uno”, dijo Coco Rojo.

Fotografía: Max Frias.
Cuerpos con límite de tiempo
“La mayoría (de los luchadores) somos bien profesionales. Una inyección para el dolor y pues te vas a trabajar. Los que de plano ya no pueden es porque ya su movilidad es nula”, mencionó el payaso Coco.
En este sentido, los luchadores que se mantienen en acción, sobre todo en el caso de los veteranos, suben al ring arrastrando lesiones que se han seguido manifestando con los años. Para Judas, han sido dolores constantes en su rodilla, hombro y brazo del lado izquierdo; para Demonio Gato, han sido ambas rodillas, la cadera, las cervicales, las zonas lumbares, dedos y muñecas; Coco Rojo describe lesiones más específicas: rotura de bíceps izquierdo, rotura de pectoral derecho, fractura incompleta de clavícula izquierda, hombros y codos lastimados, además de una “rodilla que ya aparece bisagra, porque rechina”.
Dato importante: Los luchadores no cuentan con seguro médico, ya sean de empresa o del circuito independiente. En ese sentido, los gastos corren por parte del lesionado. En ocasiones, como aseguran Coco Rojo o Demonio Gato, se realizan funciones de beneficencia para recaudar los fondos con los que un luchador, imposibilitado para subir al cuadrilátero, será recompensado para poder pagar sus gastos médicos.
Y si bien, por norma debe haber siempre un doctor especialista en cada función que se realiza dentro de lo legal, muchas veces son entre los mismos luchadores quienes se apoyan para sanar sus dolencias. Tanto Coco Rojo como Demonio Gato han llegado a atender a compañeros con terapias físicas y con asistencia quiropráctica cuando estos se los han solicitado. Otros luchadores veteranos en el medio, como Villano V y Blue Panther, se han especializado en acupuntura y en kinesiología, respectivamente, pero han empezado, al igual que Coco y Demonio, conociendo primero las lesiones de primera mano en vestidores.

Fotografía: Max Frias.
Lo legal: ¿Se puede hacer algo al respecto?
Para la adecuada realización de un evento de lucha libre, se debe pedir permiso a la Comisión de Box y Lucha que corresponde a cada estado, en caso de que esta exista en la entidad. Jalil del Carmen, abogado especializado en materia deportiva y presidente de la Academia Mexicana de Altos Estudios sobre Lucha Libre, comenta que en el Estado de México y en la CDMX, donde sí hay comisiones especializadas, se les debe de consultar a estas antes de que un promotor quiera realizar una función en una arena o en otro espacio público o privado.
Aun así, reconoce que muchas carteleras avanzan sin dicho permiso. “Eso, inclusive, lo han comentado los propios comisionados de lucha libre: ‘Yo estoy aquí para saber quién va a luchar, pero, ¿cómo los voy a proteger? ¿Qué va a suceder en caso de un accidente?’, porque llega a suceder”, cuenta Jalil sobre conversaciones que ha tenido con funcionarios encargados por las comisiones.
No obstante, él mismo admite que las funciones desempeñadas por los comisionados no suelen ser tampoco de mucha ayuda para los luchadores cuando tratan de resolver la cuestión de la falta de pagos. El que las promotoras puedan pagar o no, y que paguen con lo que tengan, se debe a una falta de regulación. Del Carmen asegura que las comisiones de lucha y box se encargan más de vigilar a los luchadores y a las funciones, más en cuestión de si los primeros cuentan con su licencia profesional y de si las segundas cuentan con autorización para ser realizadas. El problema, en su opinión, está en que no exista una Comisión Nacional del Deporte Profesional en Materia de Lucha Libre.
Por su parte, la Ley Federal del Trabajo tampoco ha servido muy bien como mecanismo legal para los luchadores. “En el aspecto del deporte profesional es muy débil. Son once artículos, pero de esos artículos que se agregaron a la Ley Federal del Trabajo, en 1970, no se ha modificado ningún artículo del capítulo de deportistas profesionales. Si tú revisas ese capítulo, pues parece que me habla más de fútbol, me habla levemente de box y levemente de lucha libre”, reconoce con cierta decepción el abogado.
Y si bien, los artistas del cuadrilátero pueden optar por realizar una demanda, el presidente de la AMAELL asegura que esto, muchas veces, representa más una pérdida de tiempo y hasta de dinero, pues los procesos judiciales suelen tardar años en proceder y llegan a involucrar un gasto monetario que, a la larga, representa más la inversión en el juicio que el sueldo por el que se está haciendo la reclamación al promotor acusado de no pagar.
“Lo que debe de operar es la mediación y la conciliación (…), pero falta que todos, al menos los luchadores, tengan esta protección de sindicatos. El propio gremio se tiene que autoorganizar en ese grupo. Tienen que organizarse los luchadores de la López, todos los que ya pertenecen a una empresa e, inclusive, de manera independiente”, propone Jalil como solución que propicie al avance de la lucha legal, además de la actualización de las comisiones y de la ley.

Imagen: Especial (AMAELL).
El retiro: Aprender a parar
Si en algo estuvieron de acuerdo Coco Rojo y Judas el Traidor es en que van a seguir luchando mientras el cuerpo no les impida físicamente el subir al ring. “El retiro es inminente. El tiempo no pasa en vano. Se va uno haciendo viejo y vas perdiendo habilidades. Yo aún me puedo mover y aún puedo hacer muchas cosas. Todavía Dios me ha permitido regalar mi conocimiento y me ha dado mucha gente. Hasta que él quiera”, dijo Judas.
Demonio Gato, de cuarenta y siete años, había pensado en un plan más definido, con esperanzas de retirarse dentro de cinco años, pero aclarando también que, si el cuerpo ya no se lo permite, descenderá del plano de los héroes del ring. Por otro lado, Coco Rojo aclaró que él ya estaba en posibilidades de retirarse, pero atribuye la permanencia en el ring a una cuestión emocional: “no es nuestra necesidad, es como un vicio. ¿Qué pasa con un vicio? Lo necesitas, porque, si no, andas alterado. Nuestro deporte, yo lo siento, igual es nuestro vicio de toda la vida”.
Patricia Celis, docente de la UNAM e investigadora especializada en trabajos de lucha libre, sugiere los cuarenta años como una edad propicia para pensar en el retiro. No obstante, también explica que la voluntad de permanecer en la carrera luchística también se debe a cuestiones físicas como lo son la endorfina y la adrenalina que se genera en el organismo del luchador cuando se sube a los encordados y cuando interactúa con los aficionados que miran desde las butacas.
“Eso es adictivo. Imagínate que te estén, desde algún punto, adorando y viendo como casi un héroe o villano. Estar desde ese lugar es algo que no se quieren perder, imagínate. Es algo que nadie quiere perderse”, explica la también Licenciada en Antropología y Doctora en Ciencias Políticas y Sociales.
Jalil del Carmen también está de acuerdo con la idea de que el luchador piense en su futuro y en su retiro desde antes de que sea demasiado tarde para que, una vez colgando las botas, tengan la posibilidad de desempeñarse en otras funciones: “tenemos que enseñarles a los luchadores el aprender a retirarse. No hemos preparado a nadie a saber decir 'hasta aquí, ya no puedo más'”.

Fotografía: Max Frias.
El hombre sale de la lucha, pero la lucha no sale del hombre
“Algo que deben hacer sin duda los luchadores es generar un negocio. El que sea, al que se hayan dedicado. Lo más común llega a ser la comida. Es muy viable, pero también un pequeño negocio en el que ellos pueden mantenerse con la lucha es prepararse para ser entrenadores”. Jalil reflexiona sobre las alternativas que tienen los luchadores profesionales cuando acaban con su labor.
Como se puede constatar, la opción de entrenar a las futuras generaciones del pancracio nacional es una que ya llevan a cabo Judas el Traidor y Demonio Gato, además de muchos otros profesores veteranos como Sádico, Terry 2000, Rocky Santana y hasta el reconocido Octagón, por mencionar solo algunos. Esta labor de instruir, si bien, la mantienen a la par con su función de seguir participando en carteleras, no se descarta para una vez que el gladiador ya haya tenido su canto de cisne.
Existen también otras formas de mantenerse cerca del mundo de la lucha. Coco Rojo y Demonio Gato, quienes además comparten el atender con terapia física a compañeros luchadores, también se han permeado tanto del negocio, que ellos mismos han desempeñado la función de promotores para organizar eventos. Gato, incluso, ha ejercido como réferi, coordinador y hasta como encargado de instalar y luego recoger el ring cuando el show se ha acabado.
Coco Rojo, además, realiza desde hace más de doce años las llamadas “Expomáscaras”, convenciones en las que luchadores retirados y activos pueden vender sus productos oficiales, los cuales van desde máscaras, juguetes y pósteres, hasta llegar a fotos y videos personalizados. Muchas veces, estos mismos eventos, que hoy en día se realizan aproximadamente cada dos semanas, se realizan con temática en honor a un luchador en particular a quien se busca apoyar.
“Desgraciadamente, tenemos un problema los luchadores: no sabemos invertir (…). Se nos va el dinero, no guardamos dinero y pensamos que siempre vamos a estar trabajando. Había ocasiones en aquella época donde luchabas diario y decías: 'me gasto lo de hoy y mañana luchando lo recupero', y ya que gastabas lo de mañana, pues te ibas al 'pasado mañana vuelvo a luchar y recupero'. Así se va la cadenita”, dice Coco, quien empezó su proyecto con toda la intención de apoyar a sus colegas.
Todas estas opciones representan para el luchador veterano una posibilidad de no alejarse de su pasión, de su adicción, de su vida como la conocen. El camino por recorrer para que los veteranos independientes puedan mejorar sus condiciones de trabajo es bastante largo. Se tratará de un trabajo en conjunto entre luchadores, promotores, comisionados, defensores de la ley y, ¿por qué no?, aficionados, quienes, a través de la asistencia a funciones, con el tradicional lanzamiento de monedas al ring al finalizar una lucha que fue de su agrado, y comprando productos oficiales, podrán honrar a los héroes, dioses y monstruos del cuadrilátero.
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