¿Qué es la Zona 23? A solo un mes del próximo espectáculo de lucha violenta en el famoso deshuesadero, recordamos aquella violenta función del 10 de abril del 2022.
Por Max Frias.

Fotografía: Independent Wrestling TV.
Astrolux, joven luchador, estaba en lo alto de un camión, con pedazos de vidrio en su rostro y espalda. Animó al público, calculó la distancia a la que se encontraba su rival y, finalmente, se aventó. Demus 666, gladiador ya consagrado, no pudo quitarse del auto sobre el que estaba tirado, recibiendo todo el impacto. El muchacho llevó al ya experimentado al ring, pero, solo minutos después, fue azotado de cabeza contra lámparas fluorescentes, siendo derrotado en la apodada “catedral de la lucha violenta”, el deshuesadero de Zona 23.
Solo una hora antes, ambos se encontraban al lado del cuadrilátero, previo a que empezara la función. Ahí, vendieron sus productos oficiales y se tomaron fotos con los aficionados. Astrolux, incluso, conversó un rato con sus fans. “La lucha extrema es algo nuevo para mí. Yo soy aéreo, pero estoy preparado y sé que la gente saldrá con un buen sabor de boca”, comentó el luchador de 23 años sobre la que sería su primera lucha en esta modalidad y frente a un experto en la materia como lo es Demus 666.
Es, precisamente, la lucha extrema, la razón de fama de Zona 23, un deshuesadero de autos que, desde el 10 de julio de 2016, da funciones violentas. El recinto cuenta con 2 puestos de chicharrones y cervezas, camerinos diseñados con vigas de metal y láminas mal ensambladas, además de una zona médica, ubicada en el depósito de autopartes y cuya única separación con el público era una lona. El resto eran vehículos en pésimo estado, uno de ellos adornado con una bandera de México grafiteada con el logo del lugar.
El proyecto fue iniciado por Abel Guerrero, dueño del deshuesadero: “Un día dije: ‘quiero realizar una función extrema’. Invité a algunos luchadores y el evento fue un éxito. La gente me pidió seguir, y es que venir al deshuesadero es algo que se tiene que vivir. Hay una gran diferencia entre el ambiente en las arenas y el de aquí”. Sin necesidad de pedirle permiso a nadie, Abel trata de organizar funciones cada semana en su terreno de ruinas vehiculares.
Sin embargo, el estado de los coches resultaba ser una ventaja para los asistentes al evento. Dado que solo había asientos para la primera fila, muchos decidieron sentarse en los toldos de los autos o, de plano, arrancaron los asientos de los vehículos para acomodarlos a su antojo. Algunos sentados y otros de pie, los hinchas comenzaron a chiflar para que comenzara la función, incluido un niño cuyo padre le había comprado una cerveza. Después de que Abel cerrara la puerta de acceso, al fin, inició el espectáculo.
Desde la primera lucha quedó en claro que la afición se encontraba ahí con una meta común: ver sangre. A diferencia de en los shows convencionales de lucha libre, los fanáticos no se impresionaban con los llaveos y lances que Venganza, Osiris y Súperboy Jr. les ofrecían. No fue hasta que lámparas, palillos y sillas hicieron acto de presencia que la gente comenzó a reaccionar, dándose por bien servidos con el triunfo de Venganza tras unos rodillazos desde la tercera cuerda sobre sus 2 rivales, cubiertos de trozos de vidrio.
Con una frente totalmente ensangrentada, el ganador reconoció con respeto a sus oponentes, cuyas máscaras habían adquirido una tonalidad rojiza por su líquido vital derramado. Súperboy Jr, incluso, se quitó la tapa frente de todos para poder exprimirla. Lo que hubiera causado revuelo en una función de arena, respetuosa de la tradición luchística del anonimato tras la máscara, aquí pasó desapercibido por los fans, quienes en su mayoría se concentraron en mentar madres y en pedirles a los luchadores que se dieran un beso.
A este combate le siguió el del local Leviathán y el tijuanense Doble Cara, quien no se describe a sí mismo como un luchador extremo: “Me gusta el estilo recio, pero no es mi fuerte. En lo personal, le tengo mucho respeto, aunque no le tengo miedo a los objetos. Lo que quiero, es que la gente se vaya con algo que nunca olvidarán”. Tratando de ser fiel a su promesa, acomodó una puerta de madera sobre 2 sillas para castigar a su contrincante, pero fue él mismo quien terminó atravesándola para ser cubierto por Leviathán.
Fue a partir de esa lucha que los espectadores comenzaron a involucrarse más en los enfrentamientos. Las interacciones fueron de lo más diversas, desde insultos a la mamá del réferi en turno hasta cánticos en conjunto por un competidor, presentándose también quienes mandaban al anunciador a un lugar que comparte nombre con el famoso rancho del presidente López Obrador, y los que, de plano, proporcionaban objetos como rayadores de queso y charolas con tachuelas a los luchadores para su uso en los combates.
Román García, fan conocedor de estas prácticas distantes de los shows más formales, se encargó de llevar lámparas tubulares que, de hecho, se vieron involucradas en el momento final del enfrentamiento que vio a Crazy King vencer a Fly Star con un martinete encima de estas. “Lo hago por diversión, para estar involucrado. Desde antes, pregunto si puedo traer objetos. De hecho, una vez traje un teclado de computadora para un luchador llamado Hacker”, mencionó el hombre al recordar su trayecto yendo a shows extremos.
No obstante, no hubo mayor demostración de fanatismo que cuando llegó la lucha de Cyber Punk contra Atomick Star, quien llegó entre el júbilo de la porra oficial del grupo Los negociantes, al cual pertenece Atomick. Con una lona impresa, una campana de basura y con el canto “yo si le voy, le voy al Negocio”, mostraron su completo apoyo a su luchador favorito. Para su infortunio, este no consiguió triunfar, quedando en empate después de quedar los brazos de los dos gladiadores sobre el otro al caer desde un tráiler.
Se continuó con el enfrentamiento de Judas el traidor contra Dement Extreme, veteranos del cuadrilátero quienes se dieron con bancos, botellas, parabrisas y hasta con el toldo de un automóvil, siendo este utilizado como base por Judas para estrellar de espaldas a su enemigo y así conseguir que su mano fuera alzada al final del combate. “Mi papá es todo un luchador extremo”, dijo Cyber quien, curiosamente, es hijo del ganador. “Fue por él que inicié. Las cortadas, la sangre, el dolor… Es extremadamente adictivo”, explicó.
Y así como Punk fue parte de la lucha con más pasión de los fans, a Miedo Extremo y a El Gallego les tocó estar en la que más respeto recibió. La razón era simple: Gallego es una leyenda de la lucha clásica, cosa que dejó en claro con el llaveo que desarrolló con su oponente, mostrando movidas elegantes que contrastaban con el violento escenario. Fue a mitad del combate que empezaron a usar objetos, destacando el uso de un bate. “Es todo un procedimiento que hay que digerir psicológicamente”, comentó El Gallego después de esta lucha en la que salió vencido, pero con dinero extra brindado por el respetable.
La penúltima contienda, entre Cíclope y Mr. Cóndor contó con un final anticlimático que vio desmayarse al primero tras ser asfixiado por el segundo. No obstante, la lucha pareció servir para relajar a los fans y prepararlos para el plato fuerte: Aeroboy, campeón de Zona 23, contra Arez, actual estrella de Triple A. Entre una fanaticada que lo acusó de traidor por firmar con una empresa grande, Arez hizo lo posible por arrebatar el título, pero ni el uso de un automóvil que condujo hasta al lado del ring lo hizo ganar, cayendo en el intento.
Así culminó la función, después de 10 luchas en las que todos los gladiadores sangraron y más de uno fue atendido médicamente, donde tanto público como luchadores rompieron reglas morales, culturales y hasta jurídicas. Pero, a pesar de ser el centro de violencia que es, resulta ser también un espacio donde todos los participantes se van satisfechos. Con luchadores como Demus diciendo que aman el dolor y miembros del staff como El vampiro indicando que hay que ponerse en ambiente, la Zona 23 quedará enmarcada como uno de los pocos terrenos en los que, tanto el dolor como la ley, pueden ser pasados por encima.
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